jueves, 28 de diciembre de 2017

Maurice Ravel.

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Joseph Maurice Ravel, falleció el 28 de diciembre de 1937 en París, Francia, fue un compositor del siglo XX. Su obra, frecuentemente vinculada al impresionismo, muestra además un audaz estilo neoclásico y, a veces, rasgos del expresionismo.

Joseph Maurice Ravel, nació el 7 de marzo de 1875 en Ciboure, Francia, es el fruto de una compleja herencia y de hallazgos musicales que revolucionaron la música para piano y para orquesta, reconocido como maestro de la orquestación y por ser un meticuloso artesano, cultivando la perfección formal sin dejar de ser al mismo tiempo profundamente humano y expresivo.

Sus padres frecuentaban los medios artísticos, fomentando los primeros pasos de su hijo que muy pronto reveló un talento musical excepcional, comenzó el estudio del piano a los seis años bajo la guía de Henry Ghys, niño juicioso, aunque también caprichoso y terco, pronto demostró su natural talento musical, aunque, para desesperación de sus padres y profesores, reconoció más tarde haber sumado a sus numerosos talentos “la más extrema pereza” de hecho, en un principio su padre, para obligarlo a practicar el piano, tenía que prometerle pequeñas propinas.

En 1887 recibió precozmente clases de Charles René (armonía, contrapunto y composición), el clima artístico y musical prodigiosamente fértil de París de fines del siglo XIX no podía sino estimular el desarrollo del joven.

Al ingresar al Conservatorio de París en 1889, Ravel fue alumno de Charles de Bériot, ahí conoció al pianista español Ricardo Viñes, que se convirtió en su amigo entrañable e intérprete escogido para sus mejores obras; ambos formarían parte del grupo conocido como Los Apaches, que armaron revuelo en el estreno de Pelléas et Mélisande de Claude Debussy en 1902.

Impresionado por las músicas de Extremo Oriente en la Exposición Universal de 1889, entusiasmado por la de los rebeldes Emmanuel Chabrier y de Erik Satie, admirador de Mozart, Saint-Saëns y Debussy, influido por las lecturas de Baudelaire, Poe, Condillac, Villiers de L’Isle-Adam y sobre todo de Mallarmé, Ravel manifestó tempranamente un firme carácter y un espíritu musical muy independiente, sus primeras composiciones lo probaban: eran ya muestras de una personalidad y una maestría tal que su estilo sólo evolucionaría con el tiempo: Ballade de la reine morte d’aimer (Balada de la reina muerta de amor, 1894), Sérénade grotesque (Serenata grotesca, 1894, ), Menuet antique (1895), Habanera para dos pianos (1895).

En 1897 Ravel entró a la clase de contrapunto de André Gedalge. Ese mismo año, Gabriel Fauré fue también su profesor. Éste juzgó al compositor con benevolencia y saludó al muy buen alumno, laborioso y puntual y a la sinceridad que desarma, al final de sus estudios compuso la Obertura de Shéhérazade (estrenada en mayo de 1899 entre silbidos del público -no confundir con la obra del mismo nombre para voz femenina y orquesta-), y la famosa Pavane pour une infante défunte (Pavana para una infanta difunta, ) de curioso título, que sigue siendo su obra pianística más tocada por los melómanos aficionados, aunque su autor no la tenía en mucha estima.

En vísperas del siglo XX, el joven Ravel era ya reconocido como compositor, y sus obras eran objeto de discusión, con todo, lograr la celebridad no iba a ser cosa fácil, la audacia de sus composiciones y su declarada admiración por los affranchis (liberados) Chabrier y Satie iba a costarle muchas enemistades entre el círculo de los tradicionalistas.

Es con Jeux d’eau (Juegos de agua, escuchar) para piano, de 1901, que quedó afirmada la personalidad musical de Ravel,

Su reserva, su pudor, su gusto por lo exótico y lo fantástico, su búsqueda casi obsesiva de la perfección formal irradiaron su obra en el período que se extendió de 1901 a 1908: Cuarteto en Fa Mayor (1902, escuchar), Melodías de Shéhérazade (1904), Miroirs y Sonatina para piano (1905), Introducción y allegro para arpa y conjunto (1906), la Rapsodia española (1908), Ma mère l’Oye (Mi madre la Oca, 1908), suite para piano sobre cuentos clásicos del célebre Mamá Ganso, luego su gran obra maestra para piano Gaspard de la nuit (Gaspard de la noche, 1908), inspirado en un poema de Aloysius Bertrand.

Evocación sinfónica de la Grecia antigua, Daphnis et Chloé es la obra más monumental de Ravel. Decoración concebida por Léon Bakst para el estreno en 1912.

Pronto dos grandes composiciones iban a causar muchas dificultades, en primer lugar, L'Heure espagnole (La hora española), ópera escrita sobre un libreto de Franc-Nohain, terminada en 1907 y estrenada en 1911, fue mal acogida por el público y sobre todo por la crítica (incluso se la tildó de pornografía). Ni el sabroso humor del libreto ni los atrevidos efectos orquestales de Ravel fueron comprendidos.

Por aquel tiempo, las presentaciones de los Ballets Rusos causaban furor y transformaban la vida de los aficionados en París. El director del conjunto, Serguéi Diáguilev, encargaba obras a los compositores más célebres del momento: Ravel no podía ser la excepción, compondría por iniciativa de Diáguilev el ballet Daphnis et Chloé, titulado Sinfonía coreográfica. Con su presencia de coros que cantan vocalizaciones -no palabras-, Daphnis y Chloé es una visión de la Grecia antigua en la que Ravel se inspiró en la que los pintores franceses del siglo XVIII le habían dado. El argumento de la obra fue co-escrito por Michel Fokine y el compositor. Se trata de la obra de mayor duración del compositor, y por ello fue la más laboriosa. La recepción de la obra fue desigual en el estreno en junio de 1912, lo que causó la amargura del músico.

Agosto de 1914. La Primera Guerra Mundial sorprendió a Ravel en plena composición de su Trío en la menor que estrenó finalmente en 1915.

La muerte del gran Claude Debussy (1862-1918), tan admirado por Ravel, le dejó la difícil misión de liderar la música francesa, en su memoria compuso la Sonata para violín y violoncelo. Ravel fue considerado en adelante como el más grande compositor francés vivo.

Su primera obra maestra de la posguerra fue La Valse, poema sinfónico dramático comisionado por los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev y estrenado en abril de 1920 en presencia de Stravinski y de Poulenc.

De sus últimas obras, las tres Chansons Madécasses sobre poemas de Evariste Parny (1923) y Tzigane (Gitano), rapsodia de concierto (1924).

La célebre bailarina y coreógrafa Ida Rubinstein le había encargado en 1927 un ballet de carácter español para el cual el músico adoptó una antigua danza andaluza: el bolero. La obra, que apuesta por durar alrededor de un cuarto de hora con sólo dos temas y una cantinela incansablemente repetida, fue estrenada el 22 de noviembre de 1928 frente a un público un tanto asombrado.

Su difusión fue inmediatamente inmensa, Ravel había firmado una auténtica obra maestra a partir de un material casi insignificante, pero él mismo rápidamente quedó exasperado por el éxito de esta partitura que consideraba sobre todo como una experiencia «llena de música». Cuando una dama gritó: «Au fou, au fou!» (¡Al loco, al loco!) Después de haber oído la obra, el compositor confió a su hermano: «Celle-là, elle a compris!» (He ahí, ella lo ha comprendido.)

En octubre de 1928, Ravel recibió el doctorado en música honoris causa de la Universidad de Oxford. En su ciudad natal, inauguró, en agosto de 1930, el muelle que lleva su nombre.

De 1929 a 1931, Ravel concibió sus dos últimas obras maestras, compuestas simultáneamente y estrenados a pocos días de diferencia (enero de 1932), los dos Conciertos para piano y orquesta son, sin embargo, dos obras muy diferentes. Al Concierto para la mano izquierda, composición grandiosa bañada de una oscura luz y teñida de fatalidad, respondió el brillante Concierto en sol, en el que el movimiento lento es una de las más íntimas meditaciones musicales del compositor. Junto a las tres canciones de Don Quijote a Dulcinea compuestas en 1932 sobre un poema de Paul Morand, los Conciertos marcan un punto final en la producción musical de Maurice Ravel.

Desde el verano de 1933, Ravel comenzó a presentar los síntomas de una enfermedad neurológica que lo condenaría al silencio los últimos cuatro años de su vida, desórdenes de la escritura, de la motricidad y el lenguaje fueron sus principales manifestaciones, mientras que su inteligencia se mantenía perfectamente y seguía pensando en su música, sin poder ya más escribir o tocar una sola nota. La ópera Jeanne d'Arc, a la que el compositor concedía tanta importancia, nunca podría llevarse a cabo.

Se cree que un traumatismo craneano, consecuencia de un accidente en taxi del que fue víctima en octubre de 1932, fue lo que precipitó las cosas; pero Ravel parecía consciente de este desorden hacía ya varios años.

El músico se retiró definitivamente a Montfort-l’Amaury donde, hasta su muerte, pudo contar con la fidelidad y el apoyo de sus amigos y de su fiel ama de llaves, Madame Révelot.

El mal siguió progresando, en diciembre de 1937 se intentó en París una intervención quirúrgica desesperada en su cerebro enfermo, el 28 de diciembre de 1937 moría Maurice Ravel, a los 62 años, su muerte causó en el mundo una verdadera consternación, que la prensa retransmitió en un unánime homenaje. El compositor descansa en el cementerio de Levallois-Perret cerca de sus padres y su hermano.


PIANO CONCERTO IN G MAJOR - II. ADAGIO ASSAI III. PRESTO





DAPHNIS ET CHLOÉ SUITE N°2





PAVANE POUR UNE INFANTE DÉFUNTE.





STRING QUARTET IN F  - 2 MOV.






ALBORADA DEL GRACIOSO.





TZIGANE





BOLERO.


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